Cómo Agustín de Iturbide se convirtió en monarca

Publicado el 30 junio 2025

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Tras la independencia mexicana, la inestabilidad política y la presión popular llevaron a la coronación de Iturbide como emperador Agustín I el 21 de julio de 1822. Su ascenso resultó de la necesidad de liderazgo fuerte, su popularidad como libertador y la aprobación congressional, estableciendo el primer Imperio Mexicano.

La transformación de Agustín de Iturbide de líder independentista a emperador de México representa uno de los episodios más fascinantes y controvertidos de la historia mexicana. Su ascenso al trono imperial fue el resultado de una compleja serie de circunstancias políticas, ambiciones personales y necesidades nacionales que convergieron en un momento histórico único.

Tras el éxito del Plan de Iguala y la consumación de la independencia en septiembre de 1821, México se encontró en una encrucijada política. El plan original contemplaba ofrecer la corona a un miembro de la familia real española, pero las circunstancias internacionales y la negativa de España a reconocer la independencia mexicana hicieron inviable esta opción.

La Junta Provisional Gubernativa, encargada de administrar el país durante la transición, enfrentó enormes desafíos para establecer un gobierno estable. La falta de experiencia en el autogobierno, los conflictos entre diferentes facciones políticas y las presiones económicas crearon un ambiente de incertidumbre que demandaba liderazgo firme y decisivo.

En este contexto turbulento, Iturbide emergió como la figura más prominente y respetada del momento. Su popularidad derivaba no solo de su papel como libertador, sino también de su capacidad demostrada para unificar fuerzas divergentes y mantener el orden. El pueblo lo veía como el arquitecto de la independencia y el garante de la estabilidad nacional.

El 18 de mayo de 1822, un evento aparentemente espontáneo cambió el curso de la historia mexicana. Durante una manifestación popular en la capital, las multitudes comenzaron a gritar «¡Viva Agustín I!» La presión popular fue tan intensa que el Congreso se vio obligado a debatir la proclamación imperial, aprobándola finalmente el 19 de mayo por 67 votos a favor y 15 en contra.

La coronación de Iturbide como Agustín I tuvo lugar el 21 de julio de 1822 en la Catedral Metropolitana de México. La ceremonia fue suntuosa y siguió protocolos europeos, buscando legitimidad tanto interna como internacional. Este acto simbolizó el nacimiento formal del Imperio Mexicano y marcó el inicio de una nueva era política.

Para entender completamente las motivaciones y el contexto que llevaron a esta decisión trascendental, es esencial conocer en detalle la vida de Agustín de Iturbide, cuyas experiencias militares y políticas lo prepararon para este momento decisivo en la historia nacional.

El nuevo emperador enfrentó desafíos inmediatos y complejos. La administración imperial debía consolidar las instituciones, manejar las finanzas públicas en crisis, y mantener la unidad territorial frente a tendencias separatistas en varias regiones. Además, necesitaba el reconocimiento internacional para legitimar su gobierno ante las potencias europeas.

Sin embargo, el imperio de Iturbide estuvo marcado por contradicciones internas. Mientras algunos sectores celebraban tener un monarca mexicano, otros criticaban lo que percibían como ambición desmedida y traición a los ideales republicanos. Esta división de opiniones sembró las semillas de futuros conflictos políticos.

La brevedad del reinado de Agustín I, que duró menos de un año, no disminuye la importancia histórica de su ascenso al trono. Su coronación demostró la complejidad de construir un nuevo orden político y la dificultad de equilibrar las aspiraciones populares con las realidades del poder. Este episodio dejó lecciones duraderas sobre liderazgo, legitimidad política y construcción nacional que influyeron en el desarrollo posterior de México.

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