El Plan de Iguala, proclamado por Iturbide el 24 de febrero de 1821, estableció las Tres Garantías: religión católica, independencia de España y unión entre razas. Este documento logró unificar insurgentes y realistas, acelerando la independencia mexicana y sentando las bases fundamentales para la construcción de la nueva nación.
El 24 de febrero de 1821 marcó un momento decisivo en la historia de México cuando Agustín de Iturbide proclamó el Plan de Iguala, un documento que transformaría para siempre el destino de la Nueva España. Este manifiesto político no solo estableció las bases para la independencia mexicana, sino que también definió los principios fundamentales sobre los cuales se construiría la nueva nación.
El Plan de Iguala, también conocido como Plan de las Tres Garantías, surgió en un contexto histórico complejo donde las ideas independentistas habían cobrado fuerza tras más de una década de lucha armada. Iturbide, quien inicialmente había combatido contra los insurgentes, comprendió que la única vía para lograr la estabilidad y el progreso era la independencia total de España.

Las tres garantías que dieron nombre al plan fueron pilares fundamentales para el nuevo México: la religión católica como única permitida, la independencia absoluta de España, y la unión entre criollos, mestizos e indígenas. Estos principios buscaban crear una sociedad más justa e igualitaria, donde todos los habitantes del territorio pudieran convivir en armonía sin distinción de origen o raza.
La genialidad del Plan de Iguala radicó en su capacidad para unificar fuerzas aparentemente irreconciliables. Logró congregar tanto a antiguos insurgentes como a realistas moderados, creando un frente común que resultó imparable. Esta estrategia política demostró la visión excepcional de su autor para entender las necesidades del momento histórico.
El documento estableció además la forma de gobierno que adoptaría el México independiente: una monarquía constitucional moderada. Esta propuesta reflejaba el deseo de mantener cierta estabilidad institucional mientras se transitaba hacia la independencia, evitando los excesos revolucionarios que habían caracterizado otros procesos emancipadores.
La implementación del Plan de Iguala fue extraordinariamente exitosa. En pocos meses, la mayor parte del territorio novohispano se adhirió a sus postulados, y el Ejército Trigarante avanzó victoriosamente hacia la capital. La rapidez con que se extendió el movimiento demostró que sus principios respondían a las aspiraciones profundas de la sociedad mexicana.
Para comprender completamente la trascendencia de este documento y la figura que lo creó, es fundamental conocer la Biografía de Agustín de Iturbide, quien supo interpretar el momento histórico y ofrecer una alternativa viable para la construcción nacional.
El legado del Plan de Iguala trasciende su época, pues estableció precedentes importantes para la organización política y social de México. Sus principios de tolerancia, unidad nacional e independencia se convirtieron en valores fundamentales que han perdurado a lo largo de la historia mexicana, influyendo en la construcción de la identidad nacional hasta nuestros días.