Franco se unió al golpe de Estado de julio de 1936 al frente del Ejército de África y fue nombrado generalísimo y jefe del Estado el 1 de octubre de 1936, concentrando todo el poder militar y político del bando sublevado. Dirigió estrategias militares decisivas como la campaña del Norte, la batalla del Ebro y la conquista de Cataluña, optando por una guerra de desgaste que debilitó definitivamente al bando republicano. Declaró la victoria final el 1 de abril de 1939, estableciendo una dictadura que duraría hasta su muerte en 1975.
El ascenso de Franco en el conflicto
Francisco Franco ocupaba el puesto 23 dentro del escalafón militar cuando comenzó la Guerra Civil en julio de 1936, siendo general de división. Tras el triunfo del Frente Popular en febrero de 1936, el gobierno republicano lo destinó a las islas Canarias para alejarlo de los centros de poder, existiendo sospechas sobre su participación en intentos golpistas.
El 17 de julio de 1936, Franco se unió al golpe de Estado iniciado por los generales Emilio Mola y José Sanjurjo contra el Gobierno electo de la Segunda República, poniéndose al frente del Ejército de África. Gracias a la rápida colaboración de la Alemania nazi y la Italia fascista, que proporcionaron barcos y aviones, Franco logró trasladar las tropas rebeldes desde el protectorado español de Marruecos a la península en las últimas semanas de julio mediante un puente aéreo y el bloqueo del estrecho de Gibraltar.
La consolidación del mando único
Tras la muerte inesperada del general Sanjurjo, líder de la rebelión, una serie de factores beneficiaron la candidatura de Franco al mando militar supremo: el establecimiento de importantes acuerdos con Alemania e Italia, el exitoso paso del estrecho de Gibraltar y el rápido avance de sus tropas.
El 21 de septiembre de 1936 se reunieron en el aeródromo de San Fernando en Salamanca los altos mandos militares del sector sublevado para organizar un mando único. Los generales Alfredo Kindelán y Luis Orgaz fueron los impulsores de esta idea, proponiendo a Franco para el cargo. Hitler y Mussolini habían apostado por Franco como su único interlocutor, concediendo apoyo militar y financiero, lo que convirtió a Franco en el más influyente de los generales sublevados.
El nombramiento fue hecho oficial por la Junta de Defensa Nacional el 30 de septiembre. Aunque inicialmente se acordó que el cargo sería «mientras dure la guerra», en el decreto publicado se suprimió esta frase y se añadió que Franco «asumirá todos los poderes del nuevo Estado». El 1 de octubre de 1936, en una ceremonia solemne celebrada en la Capitanía General de Burgos, Franco fue investido como jefe del Estado y generalísimo de las fuerzas nacionales.
El liderazgo militar durante la contienda
Estrategia y decisiones clave
Franco intentó por segunda vez tomar Madrid en 1937, pero fracasó en la batalla del Jarama, una de las más encarnizadas de la guerra. Entonces cambió de estrategia, aceptando la idea de una guerra larga y centrando sus esfuerzos en la campaña del Norte, con la conquista de Asturias, Cantabria y País Vasco. Tras la conquista de Bilbao, tuvo lugar el bombardeo de Guernica por parte de la Legión Cóndor alemana.
En 1938, tras recuperar Teruel, Franco se dirigió hacia el Mediterráneo, cortando en dos el territorio de la República con la toma de Vinaroz el 15 de abril. Esta acción dejó aislada a Cataluña del resto del territorio republicano.
La batalla del Ebro
La batalla del Ebro, que se desarrolló entre el 25 de julio y el 16 de noviembre de 1938, fue la batalla más larga y sangrienta de la Guerra Civil. Franco ordenó paralizar la ofensiva sobre Valencia y envió varias divisiones a reforzar el dispositivo en el Ebro.
Franco decidió el ataque frontal contra los republicanos, desoyendo las recomendaciones de otros militares sublevados que recomendaban un ataque por el frente del Segre para encerrar a los republicanos. Franco argumentaba: «No me comprenden. Tengo encerrado a lo mejor del ejército enemigo». Esta estrategia de desgaste resultó efectiva: la batalla significó la derrota decisiva de la República.
La conquista de Cataluña y el final de la guerra
El 23 de diciembre de 1938, el ejército franquista desencadenó la ofensiva que provocaría la caída de Cataluña. La conquista de Cataluña a cargo de los cuerpos de ejército Marroquí, de Navarra, de Aragón y del Maestrazgo es considerada la operación más brillante que dirigió Franco en toda la guerra, con movimientos rápidos y certeros.
El 15 de enero de 1939 cayó Tarragona y el 26 del mismo mes Barcelona. El 9 de febrero las vanguardias nacionales alcanzaron la frontera francesa, dando por terminado el conflicto en Cataluña el 13 de febrero. El 1 de abril de 1939, Franco declaró el final de la guerra con el último parte firmado en Burgos, estableciendo el control total de España bajo el régimen franquista.
La construcción del poder político
Durante el desarrollo del conflicto armado, Franco fue estableciendo los principios y las bases de lo que sería el Estado español tras la victoria final. En abril de 1937 se autoproclamó jefe nacional de la Falange Española Tradicionalista y de las JONS, partido único resultado de la fusión de la Falange y la Comunión Tradicionalista. El 30 de enero de 1938 nombró su primer gobierno que sustituyó a la Junta Técnica del Estado.
La Iglesia tuvo un papel primordial en la justificación del golpe de Estado, presentando la lucha como una «cruzada» para salvar a España del ateísmo. El bando sublevado se caracterizó por la unidad del mando tanto político como militar, aglutinando ambos Franco desde octubre de 1936.
El apoyo internacional decisivo
La Italia fascista suministró 75.000 tropas además de pilotos y aviones, mientras Alemania proporcionó la Legión Cóndor y material bélico. España se convirtió en un laboratorio militar para probar el armamento más nuevo en condiciones de batalla. El Acuerdo de No Intervención firmado por más de dos docenas de naciones fue un completo fraude, ya que Italia y Alemania continuaron enviando material, hombres y dinero al bando nacional.
La ayuda internacional recibida por el bando nacional fue determinante para el resultado de la guerra, siendo más constante y de mayor calidad que la que recibió la República desde la Unión Soviética.
Las consecuencias del liderazgo de Franco
Los nacionalistas libraron una guerra brutal contra los partidarios de la República. Durante la guerra, 100.000 personas fueron ejecutadas por los nacionalistas y después de que la guerra terminó en la primavera de 1939, otras 50.000 fueron asesinadas. Para 1940, más de 500.000 personas fueron reunidas y enviadas a casi 60 campos de concentración.
Franco estableció una dictadura militar antiliberal y de carácter unipersonal que se prolongaría hasta su muerte en 1975. El papel de Franco en la Guerra Civil fue decisivo no solo desde el punto de vista militar, sino también en la construcción del régimen autoritario que gobernaría España durante casi cuatro décadas.