Biografías que inspiran

Muerte de Franco y sucesión de Juan Carlos I: el fin de la dictadura

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Francisco Franco murió el 20 de noviembre de 1975 tras una prolongada agonía, poniendo fin a casi 40 años de dictadura en España. Dos días después, el 22 de noviembre de 1975, Juan Carlos de Borbón fue proclamado rey ante las Cortes franquistas, jurando acatar los Principios del Movimiento Nacional franquista. A pesar de este juramento inicial, Juan Carlos desempeñó un papel central en el desmantelamiento del régimen franquista y la instauración de la democracia, culminando con la aprobación de la Constitución democrática en 1978.

La agonía del dictador

El deterioro físico de Francisco Franco se aceleró durante 1974 y 1975. El 9 de julio de 1974, aquejado de una tromboflebitis en la pierna derecha, fue ingresado en el Hospital Provincial Francisco Franco de Madrid. Esta primera crisis obligó al dictador a ceder temporalmente sus poderes al príncipe Juan Carlos entre julio y septiembre de ese año.

Sin embargo, el desenlace definitivo comenzó el 14 de octubre de 1975, cuando Franco sufrió un infarto que agravó su ya delicado estado de salud. Para entonces, el Parkinson, las hemorragias gástricas y diversos males habían convertido al anciano de casi 83 años en un esqueleto viviente. El 25 de octubre recibió la extremaunción y, desde ese momento, su entorno más cercano intentó mantenerlo con vida artificialmente, buscando una solución sucesoria acorde con sus intereses. El 30 de octubre de 1975, consciente de la gravedad de su situación, Franco activó el artículo 11 de la Ley Orgánica del Estado para traspasar definitivamente sus poderes al príncipe Juan Carlos.

El 20 de noviembre de 1975

Tras una prolongada agonía, Francisco Franco murió finalmente el 20 de noviembre de 1975 en el Hospital de La Paz de Madrid. Un telegrama oficial enviado a las cinco de la madrugada comunicó tres veces: «Franco ha muerto». Horas más tarde, el presidente del Gobierno, Carlos Arias Navarro, anunció oficialmente el fallecimiento del dictador en un mensaje televisivo con la frase: «Españoles, Franco ha muerto».

Con la muerte del Caudillo se cerraba un régimen que había durado casi cuatro décadas. El sistema político franquista había sido concebido como un instrumento de poder personal que difícilmente podía subsistir sin su líder. El Movimiento Nacional, pilar del régimen, ya tambaleaba desde principios de los años setenta ante los cambios sociales y la presión internacional.

Los funerales de Estado

El cadáver de Franco, vestido con su uniforme de capitán general, fue velado primero en una capilla ardiente privada en el Palacio de El Pardo y posteriormente en el Salón de Columnas del Palacio Real, donde decenas de miles de personas desfilaron ante sus restos. Todos los actos fueron retransmitidos en directo por Televisión Española.

El 22 de noviembre, el mismo día en que Juan Carlos fue coronado rey, este dirigió una carta al abad del Valle de los Caídos solicitando que recibiera los restos mortales de Franco. El 23 de noviembre, el cardenal primado Marcelo González ofició un funeral de «corpore insepulto» en la Plaza de Oriente de Madrid. Posteriormente, el féretro fue trasladado al Valle de los Caídos en un cortejo militar escoltado por lanceros y la Guardia Civil.

La representación internacional en el entierro tuvo un perfil bajo, consecuencia del escándalo provocado por los fusilamientos de tres miembros del FRAP y dos de ETA apenas tres meses antes. Entre los asistentes destacados se encontraban el dictador chileno Augusto Pinochet, el rey Hussein de Jordania, Rainiero de Mónaco, Imelda Marcos y el vicepresidente estadounidense Nelson Rockefeller.

La proclamación de Juan Carlos I

Dos días después de la muerte de Franco, el 22 de noviembre de 1975, Juan Carlos de Borbón fue proclamado rey de España ante las Cortes franquistas con el nombre de Juan Carlos I. La ceremonia tuvo lugar en el hemiciclo del Palacio de las Cortes ante más de 1.500 personas, siendo vista por más de 300 millones de espectadores en más de 30 países.

El juramento y el discurso

Durante la proclamación, Juan Carlos juró sobre la Biblia acatar los Principios del Movimiento Nacional y las Leyes Fundamentales del Reino, es decir, el ideario franquista destinado a perpetuar el régimen. Este juramento era el requisito establecido por la Ley de Sucesión de 1947, que otorgaba a Franco la potestad de designar a su sucesor.

En su primer discurso como rey, Juan Carlos pronunció un mensaje que combinaba el respeto al legado franquista con tímidos mensajes de apertura política. Describió a Franco como «una figura excepcional» y «un jalón del acontecer español», pero también expresó su voluntad de ser «el rey de todos los españoles». En un párrafo destacado afirmó: «La Patria es una empresa colectiva que a todos compete; su fortaleza y grandeza deben apoyarse por ello en la voluntad manifiesta de cuantos la integramos».

Los aplausos más entusiastas durante la ceremonia no fueron para el nuevo rey, sino para la hija de Franco presente en el acto. La oposición antifranquista recibió con frialdad e indiferencia el discurso. El PSOE declaró en una nota que Juan Carlos «no había sorprendido a nadie y ha cumplido su compromiso con el régimen franquista».

El conflicto dinástico

La proclamación de Juan Carlos implicaba un salto en la línea sucesoria, ya que según las reglas dinásticas tradicionales, el heredero legítimo debía haber sido su padre, Juan de Borbón y Battenberg, conde de Barcelona. Franco había designado directamente a Juan Carlos en julio de 1969, otorgándole el título de «Príncipe de España» en lugar del tradicional «Príncipe de Asturias», precisamente para evitar que Juan de Borbón pudiera reclamar el trono.

Este conflicto interno en la Casa Real no se resolvió hasta el 14 de mayo de 1977, cuando Juan de Borbón renunció oficialmente a sus derechos dinásticos en favor de su hijo, reanudándose así formalmente la dinastía histórica. A partir de ese momento, el hijo de Juan Carlos, Felipe, se convirtió en heredero de la Corona y asumió el título de Príncipe de Asturias el 1 de noviembre de 1977.

El inicio de la transición

Aunque la proclamación de Juan Carlos se realizó bajo el marco legal franquista, el contexto social y político español hacía insostenible la continuación del régimen. La sociedad española había experimentado profundos cambios durante las últimas décadas de la dictadura: modernización económica, apertura cultural y contacto con Europa habían creado una demanda generalizada de libertades democráticas.

La incertidumbre inicial

En noviembre de 1975, el futuro político de España constituía un verdadero enigma. Se planteaban tres alternativas posibles: la continuación del sistema franquista defendida por los inmovilistas del «búnker»; la ruptura democrática propuesta por la oposición; o la reforma gradual desde las propias instituciones del régimen.

El primer Gobierno de la monarquía estuvo presidido por Carlos Arias Navarro, un franquista conocido por su intransigencia. Los obstáculos que establecía a las reformas democráticas y sus malas relaciones con el rey hicieron la situación insostenible, obligándole a dimitir en julio de 1976.

El camino hacia la democracia

El nombramiento de Adolfo Suárez como presidente del Gobierno el 3 de julio de 1976 marcó un punto de inflexión. Bajo su gestión se aprobó la Ley para la Reforma Política en noviembre de 1976, que establecía unas Cortes bicamerales elegidas por sufragio universal. Las propias Cortes franquistas, mediante lo que se denominó su «harakiri», votaron a favor de su propia disolución tras recibir garantías de que no se pedirían responsabilidades por el pasado.

El 15 de junio de 1977 se celebraron las primeras elecciones democráticas desde 1936, con una participación del 78,7%. La Unión de Centro Democrático ganó con el 34% de los votos, seguida del PSOE con el 28,9%. La aprobación de la Constitución en referéndum el 6 de diciembre de 1978, y su promulgación el 27 de diciembre, consolidó finalmente el sistema democrático y transformó a España en una monarquía parlamentaria.

El fin de un régimen

La muerte de Franco el 20 de noviembre de 1975 no solo puso fin a la vida del dictador, sino que inauguró un complejo proceso de transformación política. Aunque Juan Carlos fue proclamado rey bajo el marco legal franquista y juró fidelidad a sus principios, desempeñaría posteriormente un papel central en el desmantelamiento del régimen y la creación de la legalidad democrática.

Lo que Franco había dejado «atado y bien atado» se desmoronó en menos de tres años. Contra las previsiones del dictador, su sucesor no perpetuó el franquismo. En 1977 hubo elecciones con el Partido Comunista legalizado, en 1978 se aprobó una Constitución democrática y en 1982 el PSOE ganó las elecciones, consolidando la alternancia política propia de las democracias.

La transición española, con todas sus luces y sombras, permitió el paso de una dictadura de casi cuatro décadas a un sistema democrático sin las violencias que habían marcado el pasado reciente del país. Sin embargo, las continuidades entre dictadura y democracia, la ausencia de depuración de las estructuras del Estado franquista y la impunidad de los crímenes del régimen siguen siendo objeto de debate y controversia en la España contemporánea.

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